Conseguimos, más o menos, canalizar las energías y ver el mundo un poco menos gris. Después de un paseo, nos fuimos.
Cogí el tren y empecé a pensar en las personas tan maravillosas que, muchas veces, sin querer, entran en nuestra vida sigilosamente y se van haciendo un hueco. Normalmente, son las personas a las que menos valor damos, aunque son las que más se preocupan por nosotros. Pero, ¿por qué hacemos eso?
Yo creo que, la gran mayoría, estamos malacostumbrados a rodearnos de gente que hace mucho ruido en nuestras vidas con sus 'yo' inagotables, sus problemas, sus amores y desamores... que cuando aparece alguien que no provoca en nosotros esa llamada de atención absoluta hacia su persona, tendemos a obviarlo.
Esa persona siempre te pregunta cómo estás, mientras ella siempre está bien; le cuentas tus problemas porque sabes que intentará ayudarte dejando los suyos de lado; intentará hacerte sonreír aunque esté destrozada.
Entonces, llega el día en el que esa persona decide romperse contigo. Y te das cuenta de que esa es la persona que merece la pena.
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