domingo, 17 de marzo de 2013

Domingo.

El otro día quedé para tomar café con una amiga. Estábamos las dos un poco nubladas. La conozco desde hace relativamente poco tiempo, pero tenemos la confianza suficiente para poder hablar de cualquier tema y buscar soluciones.
Conseguimos, más o menos, canalizar las energías y ver el mundo un poco menos gris. Después de un paseo, nos fuimos. 
Cogí el tren y empecé a pensar en las personas tan maravillosas que, muchas veces, sin querer, entran en nuestra vida sigilosamente y se van haciendo un hueco. Normalmente, son las personas a las que menos valor damos, aunque son las que más se preocupan por nosotros. Pero, ¿por qué hacemos eso?
Yo creo que, la gran mayoría, estamos malacostumbrados a rodearnos de gente que hace mucho ruido en nuestras vidas con sus 'yo' inagotables, sus problemas, sus amores y desamores... que cuando aparece alguien que no provoca en nosotros esa llamada de atención absoluta hacia su persona, tendemos a obviarlo.
Esa persona siempre te pregunta cómo estás, mientras ella siempre está bien; le cuentas tus problemas porque sabes que intentará ayudarte dejando los suyos de lado; intentará hacerte sonreír aunque esté destrozada.
Entonces, llega el día en el que esa persona decide romperse contigo. Y te das cuenta de que esa es la persona que merece la pena.






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