Escogió el camino que empezaba en sus ojos, tan llenos de magia como sus manos, que descendía hasta una nariz perfecta para besar mientras dormía. A mitad de camino se encontró con su ombligo, repleto de misterios por resolver, que por miedo nunca enfrentó. Unas piernas largas invitaban a quedarse a vivir, terminando en unos pies que hacían cosquillas.
Ella, que nunca se había topado con un lugar como ese, enmudeció.
Disfrutaba viajando por ese camino, siempre lleno de sorpresas. Y cuando creyó ver el final, se le ocurrió la palabra que nunca pudo pronunciar:
"Quédate"