martes, 31 de diciembre de 2013

Feliz año nuevo.

Hoy es un día de repaso, de reencuentros y despedida, de propósitos que nunca cumpliremos y promesas.
Es un día en el que me acuerdo de las cosas buenas del año, que para las malas ya hubo momento.
Un día para revivir los besos y los te quieros de verdad, las sonrisas que te acompañaron y los abrazaron que te levantaron.
Lo único que yo le pido al año nuevo es amor, y amar.
Amarnos a nosotros, a los nuestros y a los que vendrán. 
Que no significa empezar de cero, sino pasar la página y seguir escribiendo, que para eso estamos, para sumar.
Lo único que me propongo para el nuevo año es conservar las sonrisas que me hicieron fuerte, los besos que me hicieron feliz y las personas que me dieron todo sin pedir nada a cambio.
Por eso, os deseo a todos un nuevo año de amor y de sueños, que si nos lo proponemos, lo cumpliremos.
¿Hay algo más bonito que ser feliz?

Feliz año nuevo.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Un saludito a la señora Botella (II parte)

Hola a todos!
Hoy escribo para hablaros de nuevo de la maravillosa prueba de idoneidad musical que la alcaldesa de Madrid impuso para poder tocar en la calle.
Podría empezar diciendo que estoy contentísima por haber "aprobado". Hemos sido 318 los elegidos de los 460 que nos presentamos. Pero seguro que habéis leído más de una noticia de las que han salido sobre este tema: han suspendido a gente con varios años de conservatorio e incluso a una cantante que, hace un tiempo, el mismo ayuntamiento de Madrid contrató para una actuación en la Plaza Mayor ante miles de personas.
Las personas que nos juzgaron no se identificaron en ningún momento ni ante ninguno de los músicos que lo pidieron.
Me gustaría saber qué tipo de cualificación tienen ellos para poder decidir quienes de nosotros debemos tener ese absurdo permiso y en qué se han basado para elegirnos.
Ayer cuando salieron las listas de admitidos me puse en contacto con el ayuntamiento para pedir información sobre el permiso para tocar en la calle, que es el motivo por el cual hemos hecho esta prueba.
Bien. Un señor que hablaba como Loquendo (el cual no tiene la culpa de no tener información) me tuvo diez minutos en espera para decirme que, tras haber salido la lista de "aprobados", habría un periodo de reclamaciones y después de eso ya estábamos en Navidad y claro, un lío.
No sabemos nada de permisos. Sólo sabemos que si estas Navidades decidimos tocar en la calle las multas van a ser más duras que antes.
Después de esto, ya no sé qué pensar.
Nos estamos acomodando a la camisa de fuerza que nos están poniendo.
El día y que hicimos las prueba, tuvimos las suerte de compartir el tiempo entre improvisaciones de guitarra y trompeta con gente maravillosa. Si alguien que de verdad amara la música tuviera que dar esos permisos se tiraría de los pelos por la cantidad de arte por metro cuadrado.
Yo, personalmente, no quería ese permiso para estar cada día tocando en la calle, si no para poder  hacerlo sin que la policía me quite los instrumentos si un día me apetece.
Tal y como están las cosas en este país, ¿qué derecho tienen esos personajes a quitar unas monedas a quienes se las ganan haciendo música en la calle? ¿Por qué nos censuran? ¿Por qué se empeñan en cargarse la cultura de este país?
De nuevo, mando desde aquí un saludito a la señora Botella, que va a poder dormir bien sin músicos en la calle.


jueves, 12 de diciembre de 2013

Benditos dieciséis

Después de muchos años descubres cuál es tu talla de sujetador, ni más ni menos, te compras una Silkepil para estar siempre mona o simplemente para no parecer Frank de la jungla y te apuntas al gimnasio.
Qué bonito es tener veinte años y toda una vida por delante. ¡Y una mierda!
Cumples veinte con la típica frase de "ya alcanzas los patitos". Que no, que a mi me gustaban los patitos cuando me llevaban mis padres al parque a darles de comer, que a mi esto no me convence.
Hace unos años me gustaba la historia de Bridget Jones, me hacía gracia la pobre chica sufriendo por amor y todo eso. Ahora ya no mola, no sé si me entendéis.
No me gusta coger el tren a las siete de la mañana, me gusta trabajar sólo el día que cobro y cada día odio más el café.
Llega el día en el que entiendes a tu madre y todo es tan raro. Me hace hasta gracia pensarlo, pero es verdad.
Benditos granos de los dieciséis, eran mi mayor preocupación. Eso, y la ropa que te ponías para salir el viernes.
Va siendo hora de dejar las divagaciones mentales...tengo que seguir con la Silkepil.