El día que me hice mayor (que fue el día que me dijeron que no había príncipes esperando para rescatar a sus princesas) me di cuenta de que el silencio es, muchas veces, la mejor respuesta.
Quizá por eso mi almohada ya no contesta.
Tú, que ya eras mayor (algo que aprendí cada vez que yo te hablaba de princesas) me contaste que los silencios también son música.
Quizá por eso tenga que consultar a tu almohada.
Yo, princesa y muda. Tú, silencio y música.
Qué extraña combinación para algo tan bonito.
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